EE.UU. veta el acceso a la inversión sobre su tecnología de «Adversarios Extranjeros»: Cuando lo desconocido resulta atemorizante

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En recientes días llegó la noticia acerca de un memorando del presidente Trump, enmarcado dentro de su política de inversión orientada a la línea de EE.UU. de primero. Allí se restringe a ciertas naciones que se califica como “adversarios extranjeros”, de participar en la inversión y desarrollo de tecnología, en especial tecnologías aquellas estimadas como críticas o de impacto sensible sobre la seguridad de esa nación. En caso de que aún no esté claro, la siguiente frase que extraemos del memorando, puede despejar dudas: «La política de inversiones de Estados Unidos es fundamental para nuestra seguridad nacional y económica.»

Por otra parte, después de la segunda guerra mundial y los terribles lanzamientos de las dos bombas nucleares sobre Japón, para la mayoría está más que claro que el desarrollo tecnológico moderno puede representar una ventaja significativa militar, que incline la balanza durante algún conflicto bélico. Además, en el ambiente académico castrense, esto está ampliamente aceptado desde siglos atrás.

Un ejemplo de ello se observa en el libro de compilación de ensayos, sobre la retadora relación entre Tecnología y Doctrina Militar (2004), donde el mayor general retirado I. B. Holley Jr., de la fuerza aérea estadounidense, refiere a un extracto del manual de servicio del ejército alemán, para la época próxima a la Segunda Guerra Mundial. El segmento que el militar cita, resulta claro en esa materia:

“La guerra experimenta una evolución continua. Las nuevas armas proporcionan formas siempre nuevas al combate. Prever esta evolución técnica antes de que se produzca, juzgar bien la influencia de estas nuevas armas en la batalla, emplearlas antes que otras es una condición esencial para el éxito”.

Luego, por el contenido del memorando de Trump se puede entender que esa administración estima que la inteligencia artificial y la biotecnología son potenciales áreas del desarrollo científico y/o tecnológico, que pueden favorecer a “adversarios extranjeros” y por ello, opta por reducir las posibilidades de que esas naciones puedan acceder a futuras investigaciones o desarrollos.

Por otra parte, experimentados políticos como el fallecido Henry Kissinger, en sus últimos años, sostuvo que estamos entrando en una nueva era mundial. Indistintamente del juicio moral que uno pueda tener del personaje, la mayoría le reconoce que comprendía su oficio y que por varias décadas, se manejó en altos niveles de estrategia geopolítica. En 2022 Kissinger, en entrevista pública con el editor de Financial Times expresó:

“Conociendo la tecnología, la rapidez de sus cambios, la sutileza de los niveles de catástrofe que la invención puede producir y que aún hoy no podemos imaginar, es de lo que estoy hablando. Y un aspecto extraño de la presente situación es que las armas se están multiplicando en ambos lados y cada año su sofisticación se está incrementando literalmente. El rango, la automaticidad, así como casi cualquier otro sustantivo que usted quiere darle a ellas. Pero casi no hay discusión internacional acerca de eso, de lo que podría ocurrir si las armas actuales fueran usadas. Así que mi afán, en general y en mis discusiones, en cualquier lado de ellas que usted esté, es dar a entender que ahora estamos viviendo en una era totalmente nueva, de la que no escaparemos y que como cultura, hasta ahora hemos descuidado ese aspecto. Mientras la tecnología se extiende alrededor del mundo y eso hace aquí, la diplomacia y la guerra necesitarán un contenido diferente. Y eso será un reto para el futuro inmediato.”

Significativas palabras si se considera que provienen de un hombre que vivió y negoció en tiempos difíciles de la guerra fría y bajo el enorme peligro, del potencial Armagedón de las bombas atómicas. Un sujeto que decidió sobre destinos de millones de seres vivientes en todo el planeta, durante el delicado período del balance del terror nuclear.

Por su parte, en 2023 los académicos Chomsky, Roberts y el empresario tecnológico Watumull, escribieron un importante ensayo, publicado por The New York Times, donde discutieron algunas limitaciones de herramientas como ChatGPT. En ese entonces, ellos apuntaron a una debilidad notable de ese instrumento digital en el área de la crítica y autocrítica; consecuencia de su capacidad para establecer lo que es, pero también su carencia para identificar lo que no es, un elemento indispensable para conformar verdaderamente una entidad inteligente.

Otro aspecto fundamental al que apuntaron los tres expertos, se enfocó en la incapacidad de los Modelos de Lenguaje Grande (LLM’s) para apuntalar su producto, en función de lo bueno y de lo malo. El siguiente extracto de su escrito lo explica bien:

“La verdadera inteligencia también es capaz de pensar moralmente. Esto significa ceñir la creatividad de nuestras mentes, que de otro modo sería ilimitada, a un conjunto de principios éticos que determinen lo que debe y no debe ser (y, por supuesto, someter esos mismos principios a la crítica creativa).”

En función de todo esto, con cierta ligereza podemos suponer que nuestro tiempo está desconcertando a muchos, sean conocedores, ignorantes en tecnología o relaciones de poder. La reciente irrupción de Deep-Seek sacudió a numerosos fabricantes, a la industria estadounidense y varias acciones corporativas. Algo que será notado por cualquier gobierno y le impondría precaución, en particular si para la investigación de esa materia, acaba de levantar el veto previo de la administración saliente. No es para menos, puesto que recursos, tecnologías, industrias, economía, guerra y política son partes integrantes de un macro sistema de moderna geopolítica. Con un análisis fragmentado, propio de la división de conocimientos tradicionales, esto será difícil de contemplar y podría generar conclusiones inexactas.

Y es que hay algo más sutil que parece asomar, sin mucha notoriedad en las sociedades actuales. Invertir en este nuevo tipo de tecnologías cibernéticas y biológicas -cosa que a diario aumenta sustancialmente- es otra forma de invertir en potenciales armas. Aunque crecientemente, ello puede confundirse con inversión en tecnología para el desarrollo y progreso de la humanidad. Tal vez esta nueva era sea la oportunidad para aplicar otro nuevo enfoque en nuestra respuesta.

Se nos viene a la memoria una frase de fallecido presidente estadounidense, Abraham Lincoln, que comprendió muy bien el horror de la guerra: “Destruyo a mis enemigos cuando los hago mis amigos”.

Autor: Miguel Torrealba S.
Universidad Simón Bolívar
Departamento de Computación y Tecnología de la Información
mtorrealba@usb.ve

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